- Murmullo de fondo.
- Posts
- Fuego, huevo, sartén y aceite.
Fuego, huevo, sartén y aceite.
O de cómo no se explica la teoría de la relatividad.
El mood.

Escribo todo esto antes de que el Atleti salte al césped del Metropolitano para enfrentarse al Rayo Vallecano. Es decir, no sé lo que ha pasado. Es decir, todavía me dura el ánimo que me dejó el esperpento que sufrimos en Las Palmas.
Que los aficionados nos hemos desinflado en este último tramo de la temporada es un hecho. Lo que no me esperaba que es que lo hiciese también el equipo. O no de esa forma. El Atleti ha jugado muchas veces mal, y es sabido que la forma de encarar los partidos fuera de casa, desde hace bastante tiempo, resulta mucho más que cuestionable; lo que no es tan normal, o no lo era, es eso de parecer un conjunto sin alma, sin ambición y lo que es peor, sin personalidad. Alguno dirá que sí que es habitual. Yo no lo creo así. La sensación de hacer el ridículo hacía muchos años que no la tenía, pero es cierto que en las últimas dos temporadas ha ocurrido ya más de una vez.
¿Preocupa? Un poco, para qué les voy a engañar.
Y me encantaría hablarlo, analizarlo y escuchar voces sensatas que me ayudasen a entender lo que pasa, o a simplemente a definir mi opinión, pero parece una tarea imposible. En las últimas semanas, el día a día del aficionado colchonero se ha convertido en una especie de constante juicio sumarísimo contra Simeone. Nada más. Uno repleto de hipérboles, maximalismos, simplificaciones baratas y argumentos más que cuestionables. Y no, no me apetece entrar en esa especie de Juego de Calamar en la que solamente puede quedar uno. Deberíamos poder hablar de los problemas del Atleti, incluso de los problemas de Simeone, sin que tengamos que citarnos a las ocho de la mañana con armas de fuego.
Si quieres leer la crónica que escribí sobre el partido contra Las Palmas lo puedes hacer aquí:
Fuego, huevo, sartén y aceite.

Como digo, es complicado hablar en voz alta del Atlético de Madrid con algo de espíritu crítico. En parte, porque esta fantástica sociedad infantil y egoísta que hemos construido entre todos ha sustituido cualquier posibilidad de debate por riñas absurdas, sostenidas únicamente por la fidelidad inquebrantables a una de los únicas opciones que se nos ofrece. En parte también, porque el nacionalmadridismo ha manipulado la figura de Simeone hasta convertirla en un símbolo monolítico, que solamente sirve como arma arrojadiza, bien sea en uno u otro sentido.
Cada vez que pongo algún comentario en twitter (me cuesta llamarlo X), automáticamente aparecen docenas de réplicas insultándome. Insultándome a mí, y no cuestionando mis argumentos, que sería lo lógico. Supongo que es la moda contemporánea. Cualquier problema, grande o pequeño, complejo o no, hay que personalizarlo y reducirlo a una cuestión de trincheras, en las que únicamente hay dos posiciones (siempre son solamente dos). O estás a un lado, o estás en el otro. O eres de los buenos, o eres de los malos. O eres cholista, o eres anticholista.
¿En serio?
Será que soy de ciencias y que me ha tocado pasar muchas tardes intentando entender teoremas complejísimos, pero cualquiera con capacidad para asimilar la lectura sabe que los problemas, especialmente aquellos con muchas variables en juego, tienden a ser mucho más complicados de lo que nos gustaría.
La anécdota es muy conocida. Siendo Albert Einstein un personaje famoso, en un evento al que le invitaron, un periodista le pidió que le explicase, en pocas palabras, la teoría de la relatividad. “Así, de forma sencilla”, dijo. “Que sea accesible para cualquier persona”. La respuesta del físico alemán resultó inquietante: "Evidentemente, no puedo. ¿Me podría usted explicar cómo se fríe un huevo?", le dijo al periodista. “Claro”, respondió el sorprendido reportero. "Bien, pues hágalo, pero imaginando que yo no sé lo que es un huevo, ni una sartén, ni el aceite, ni el fuego".
Me consta que entender lo que pasa en el Atleti no debería ser tan complicado como entender la teoría de la relatividad (aunque a mí me cuesta más), pero tengo clarísimo que es imposible acercarse al problema desconociendo, o no teniendo en cuenta, cómo funciona sus correspondientes: huevo, sartén, aceite, y fuego.
En una hábil maniobra por parte de la dirigencia colchonera, y gracias también a la colaboración “desinteresada” de esos medios de comunicación que trabajan por el bien del “fútbol español”, Simeone se ha transformado en una especie de sinécdoque del Atlético de Madrid. Erróneamente, porque, ni debería, ni es así. Si Simeone se constipa, el Atleti se constipa. Si dice una barbaridad, el Atleti dice una barbaridad. Si el Atleti es un desastre, Simeone es un desastre. No es así, pero ese es el personaje que nos están vendiendo. Una figura que se hace (o la hacen) responsable de todos los aspectos del Club. Para bien y para mal. Es decir, es a la vez la solución y el problema. Espóiler: no es verdad. Simeone es solamente el fuego de toda esta historia. El elemento más importante, no cabe duda, pero no él único. Y tampoco es infalible. Nadie lo es. Nada lo es. Podríamos hablar largo y tendido de algunas grietas que alguien como yo ve en el desempeño de nuestro entrenador, pero me quedo solamente con una: ¿Por qué tengo la sensación que el propio Simeone se está cuestionando los pilares sobre los que él mismo ha construido su iglesia? La duda es la gran enemiga de la fe, y la fe es lo que ha hecho grande a este Atleti.
Pero Simeone no da patadas al balón. La proteína, el huevo, son los jugadores. Esa plantilla de millonarios que tienen la suerte, o la desgracia (según se mire), de jugar en el Atlético de Madrid. Unos jugadores con sueldos mucho más cercanos a los que tienen las plantillas que suelen ganar los títulos, que la distancia que hay entre el nivel de exigencia que soportan unos y otros. Unos jugadores que cada vez se parecen menos a esos otros, los que construyeron los primeros años de la era Simeone y que fueron los que marcaron el patrón. Esos que constituyen un ejemplo de eficiencia, entrega, personalidad, carácter y compromiso. Me temo que hoy hemos sustituido la mitad de todos esos adjetivos por excusas peregrinas. Unos jugadores que, en su mayoría, no tiene la calidad suficiente para pretender jugar sin intensidad, ni como arrogantes estrellas del balompié, que es lo que a veces intentan. Unos jugadores que, en su mayoría, se han aprovechado de las propiedades taumatúrgicas que durante años ha tenido el sistema y la personalidad de su entrenador, y que ahora, cuando no funciona, se encuentran desamparados. Fuera de filtros y maquillajes, simplemente con la cara lavada, hay muy pocos rostros que resultan especiales.
Pero tanto Simeone, como los jugadores, están ahí porque así lo ha querido la política implantada por los máximos accionistas y el CEO (que curiosamente son la misma persona). Una política que ni siquiera hace falta discutir, porque la han dejado clara muchas veces: crecimiento económico exagerado (vean la cifras comparadas de los últimos 25 años) gracias a jugar Champions League de forma sistemática. Observen que digo crecimiento económico y no deportivo, porque no es lo mismo.
El éxito de su política les ha servido además para vender, a muy buen precio, algo en lo que no creen, que incluso desprecian, pero que les resulta muy rentable: el sentimiento colchonero. Si lo piensan, es un chollo. El aficionado rojiblanco no se mueve por títulos o por la casuística del momento, como ocurre en la mayoría de clubes, sino que lo hace por eso tan difícil de medir y valorar como son los sentimientos. Es decir, desde el punto de vista empresarial, resulta una bicoca vender ilusión, identidad y fe. Sobre todo, cuanto para ti es gratis, no crees en ello y te importa una mierda. Sobre todo, cuando se permiten el lujo de dirigir la “empresa” en dirección contraria a la que apuntarían sus “clientes” y su “producto” no se resiente.
Lo dije la semana pasada y no me quiero repetir: la inversión del club en jugadores está por debajo de lo que se correspondería con una entidad con ese nivel de ingresos y muy por debajo del equivalente a la de los equipos con los que se supone que se compite. Lejos de buscar el crecimiento deportivo, lo que han intentado todos estos años es que el rendimiento deportivo no estropee la gallina de los huevos de oro. Simplemente. El objetivo es mantener todo como está, gastando lo mínimos imprescindible, mientras se inician proyectos faraónicos de construcción y se engorda el patrimonio de los accionistas. Y ha funcionado, porque para eso les ha bastado con echarle a Simeone cualquier cosa que conformase una plantilla. Salvo excepciones puntuales (y mediáticas), los fichajes del Atleti son siempre reemplazos económicos, responden a oportunidades de mercado o vienen de la mano de un mediador al que se le deben favores. La dirección deportiva son los padres. Por eso el equipo tiene una de las medias de edad más altas de la liga. Por eso está lleno de descartes de otros equipos a los que luego exigimos que se les gane. Por eso hay puestos que, año tras años, no tienen un sustituto. Por eso vendieron por mucho dinero a todos los jugadores que en algún momento destacaron sobre los demás. Si uno echa la vista atrás, se echa a llorar.
Y falta el aceite. El entorno mediático y la afición. Esos medios que juegan a cuestionar a Simeone (todo pasa por él) mientras protegen las vergüenzas del CEO y el presidente (porque esa parte del Club nunca tiene mácula). Esa afición que, abrazada a una fe irracional (y maravillosa), desafía la lógica, los balances y las cifras, pero luego cae rendida a las trampas del enemigo. Esos medios que han enterrado la profesión periodística debajo de la alcantarilla del beneficio económico inmediato y esa afición que nunca en la historia se ha caracterizado precisamente por tener muy buena puntería a la hora de canalizar su rabia.
O entendemos la tortilla como un todo, o acabaremos dándonos cuenta de que la tortilla no existe.

Sora ni Hoshi ga Kirei
Un amigo me dijo el otro día que siempre pongo canciones que no conoce nadie y que “ni siquiera están en Spotify".
No es verdad.
Pero me ha dado una idea y hoy sí voy a poner una que realmente no está. O al menos, no está en su versión original de estudio (sí que hay versiones en directo).
La propuesta es particularmente bizarra. Lo reconozco. Se trata de un artista japonés del que dudo que algún lector haya oído hablar alguna vez. Se llama 斉藤和義. O, para que se entienda, Kazuyoshi Saito.
Estamos hablando de un tipo famoso en su país, donde es un reconocido y reputado cantautor con más de tres décadas de carrera y docenas de discos, del que yo no hubiese sabido nada de no ser porque un día me dio por ver una serie de televisión llamada Hibana. La serie es muy rara (mucho) y sólo se la recomendaría a los muy cafeteros (ni siquiera sé si se puede ver todavía en algún sitio), pero, ay amigo, ahí es donde escuché esa canción que me hizo explotar la cabeza.
Fue amor a primera vista. Tanto, que no paré hasta conseguir saber qué era, de dónde salía y quién la cantaba. Y no fue fácil, pero mereció la pena.
La canción se llama: 空に星が綺麗~悲しい吉祥寺~
O escrita en Romaji: Sora ni Hoshi ga Kirei.
Que en castellano quiere decir: Hermoso cielo de estrellas.
Y me encanta.
¡Hasta la semana que viene…!
…que seguramente, será la última.

Reply