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Lo que ven (y no ven) los padobranci
De Barrios, padobranci y recuerdos suecos.
Ya era hora

Foto publicada en Mundo Deportivo (Sirvent/Atleti)
El pasado domingo, a eso de las seis de la tarde, Pablo Barrios marcaba en Sevilla el gol que daba la victoria al Atlético de Madrid. Imagino que lo recuerdan bien, porque fue uno de esos goles que resultan terapéuticos para los seguidores colchoneros. Con el tiempo reglamentario ya cumplido, los de Simeone conseguían tres puntos que cerraban una racha nefasta de resultados y que alimentaban ligeramente la esperanza de seguir compitiendo por el título liguero. Desde el punto de vista estrictamente deportivo, fue sin duda un gol importante; pero uno, que es un sentimental, lo que vio fue otra cosa.
Más allá de que hubiesen pasado dieciocho meses desde que Pablo Barrios marcara su último gol con la camiseta rojiblanca, el que anotó en el Sánchez Pizjuán fue el primero que marcaba en Liga. “Ya era hora”, le dijo Koke, a modo de broma, durante la celebración.
Aunque dio sus primeros pasos futbolísticos en la acera de enfrente, algo bastante normal en el fútbol madrileño, Pablo Barrios es uno de los frutos de la cantera colchonera; esa que mucha gente cree que no aprovecha Simeone; esa que tampoco es que nutra de estrellas a equipos que no sean el Atlético de Madrid (ya que es raro ver a canteranos del Atleti triunfando en equipos de élite, que no hayan jugado antes en el primer equipo rojiblanco).
Barrios debutó a finales de 2022 en un centro del campo que ya entonces pedía calidad como una maceta de tierra seca pide agua. El muchacho era entonces un centrocampista prometedor, técnicamente interesante y de buena visión, al que los técnicos veían jugando cerca de los delanteros. Pocas veces ha jugado ahí, sin embargo. Al menos, con el primer equipo. Simeone lo fue distribuyendo por todas las posiciones de la medular (por todas las que él entiende, que no son todas las que existen) hasta llevarlo a la famosa posición de cinco. Una posición que, curiosamente, es la misma que ocupó cuando se proclamó campeón olímpico el pasado verano, jugando a las órdenes de otro entrenador.
Esa posición, el cinco, o el mediocentro táctico, o el stopper, o como le quieran llamar, es una de las más críticas en cualquiera de los sistemas que maneja Simeone. Seguramente la más crítica de todas y claramente la que menos se atreve a tocar. Nos puede gustar más o menos, pero es así. Y va seguir siendo así, por mucho que nos empeñemos en jugar a ser entrenadores. Ahí jugó Tiago hasta que se fue, Gabi hasta que se retiró, y Thomas hasta que se lo llevó el Arsenal. Koke, el capitán del equipo, es el titular de esa posición desde hace años y nadie lo discute, salvo que esté lesionado.
¿Seguro?
Según me cuentan fuentes fiables, este verano Simeone dijo que no quería que fichasen más cincos para la plantilla. Que ya tenía los que quería y que esos eran Koke… y Barrios. Podría no ser así, ya sabemos cómo va esto de las fuentes, pero lo que hemos visto en el campo no hace más que confirmarlo. Gallagher, el único centrocampista fichado este año, no ha pasado cerca de esa posición, ni de refilón.
Koke tiene 33 años, lleva 16 temporadas en el Club y no tiene que demostrar su calidad a nadie, pero los años pasan para todos. Si ya en las últimas temporadas se le vio con problemas para seguir el ritmo de un fútbol cada vez más físico y veloz, ha tenido además la mala suerte de tener una de esas lesiones puñeteras, que primero te sacan la mitad de la temporada y después te hacen estar fuera de forma la otra mitad. ¿Y quién ha sido el sustituto? Efectivamente: Pablo Barrios.
La temporada ha sido complicada para todos, también para el canterano, pero creo que él la está terminando por todo lo alto. No sólo mostrándose como un jugador relevante en casi todas las competiciones (yendo de menos a más), sino siendo también uno de los más destacables en los partidos más críticos de la temporada, que es donde otros no han querido, no han sabido o no han podido estar.
Y entonces llegó lo del pasado domingo.
Cuando Pablo Barrios marco el gol que nos daba la victoria contra el Sevilla, lo primero que hizo fue marcharse a la banda besándose el escudo. Cuando Koke marcó su primer gol en liga el 26 de febrero de 2011, que por esas cosas del karma también fue contra el Sevilla, lo que hizo fue exactamente lo mismo: irse a la banda besándose el escudo. Es la foto que encabeza este texto.

Foto de Atlético Sport
Pero eso no es todo. Cuando Koke dejó de besarse el escudo, lo que hizo en su día fue abrazarse con Antonio López, que por entonces era el capitán del Atlético de Madrid. ¿Adivinan con quién se abrazo Pablo Barrios cuando dejó de besarse el escudo? Efectivamente, con el capitán del Atlético de Madrid. Con Jorge Resurrección, Koke, que fue el que le dijo: “ya era hora”.
Pero a lo mejor no estaba bromeando por su falta de gol. A lo mejor lo que estaba era confirmando con una broma, que acababa de entregarle el relevo. O no, y todo esto no es más que la prueba de que, efectivamente, uno es un sentimental.
Padobranci
“Padobranci” significa paracaidista en el idioma serbocroata, pero en bosnia, durante el conflicto de finales de los 90, el término tenía una connotación mucho más interesante. En un contexto más coloquial, y peyorativo, "padobranci" se usaba para referirse a los extranjeros—especialmente periodistas, analistas o políticos—que llegaban al país y hablaban sobre la guerra desde la soberbia del que lo ve desde fuera y sin un conocimiento profundo de la realidad local. El término implicaba que estas personas "caían del cielo" (como paracaidistas) y empezaban a opinar sobre la situación sin haber experimentado realmente el conflicto o sin entender las complejidades históricas, étnicas y políticas de la región. Todo se simplificaba en términos de "buenos y malos", tamizando y traduciendo la narrativa para disfrute de las gentes y los códigos del llamado primer mundo.
Les suena, ¿verdad?

Por supuesto que les suena. En las últimas semanas, el universo colchonero se nos ha llenado de “padobranci” ansiosos por decirnos lo que tenemos que hacer, pensar o sentir, cuándo y cómo tenemos que echar a nuestro entrenador (también por qué), cuándo y cómo tenemos que dejar de hablar del robo de Champions, cuándo y cómo tenemos que ilusionarnos por pelear la liga, cuánto tenemos que exigir, cuánto tenemos que protestar y así hasta la extenuación. Ni siquiera parecen ser conscientes de lo ridículo que resulta intentar creerse esa paradoja absurda de que, quien más te odia, se sienta legitimado para darte la solución a tus problemas.
Aupados en la seguridad que da el sentirse informado a través de las cloacas mediáticas, y apoyándose en lo que ellos llaman “lógica y sentido común”, no tienen reparo alguno en escupirte su reputada opinión, como si fuese algo que realmente nos interesase. ¿Cuántas veces en las últimas semanas se les ha acercado algún seguidor del “equipo de todos” a explicarles “cómo son las cosas”? ¿Pero cuántos de esos mismos han comentado, por ejemplo, que un perito pericial ha demostrado que el vídeo con el que la UEFA justificó el presunto doble toque está manipulado? Ninguno, claro. Eso, según el BOE nacionalmadridista, ya debería estar superado.
Hace años que la información deportiva funciona exactamente igual que las mesas en las que se elaboran los los realities televisivos: el relato está fabricado de antemano, de acuerdo exclusivamente a los intereses del comprador prototipo. El único que existe. El que da dinero. Isidoro. Lo que nosotros vemos es una recreación de esa fantasía prefabricada y de presunto interés comercial. La labor profesional de lo que generosamente llamamos periodistas consiste simplemente en encontrar aquellos trozos de la realidad, de la verdadera, con los que, a modo de collage, se pueda contar la historia que “todos” queremos ver.
Reconozco que hace muchos años que ni me acerco a eso que llaman diario AS, así que he tenido que enterarme de esto por las redes sociales. Me refiero al último hito de esa carrera desenfrenada por ofrecer productos cada vez más delirantes. Lo que una vez fue un diario deportivo respetable hace muchos años que se ha convertido en una maquina de vender “azúcar refinado” para las mentes menos capacitadas de ese único tipo de consumidor. Por eso se me hace muy difícil entender que alguien que dice sentirse aficionado al Atlético de Madrid tenga todavía interés en cualquier cosa que salga de allí.
Como digo, no me lo podía creer y por eso tuve que comprobarlo por mis propios medios. Les aseguro que es verdad, porque la foto la he tomado yo.

Lo que ven en la imagen era la primera noticia de la supuesta sección del Atleti, en esa web de entretenimiento que antiguamente era un diario deportivo. No es ninguna broma. Según AS, a usted, iluso seguidor colchonero, lo que más le interesaba el pasado martes era saber qué había decidido hacer “el madridismo” respecto al Cholo. Ni estando acostumbrado a tener que convivir entra tanto “padobranci”, deja de ser un agotador ejercicio de supervivencia.
Pero no hay que desfallecer y mucho menos, dar un paso atrás. En esto, como en tantas otra cosas, hay que ser un poco Diógenes. Cuando Alejandro Magno entró en Corinto, teniendo ya sometido a todo el pueblo y como gesto magnánimo, se acercó a Diógenes para mostrarle su poderío condescendiente y ofrecerle lo que él quisiera. Su respuesta fue la misma que yo suelo aplicar con los padobranci que me salen al paso: te agradecería que te apartases para poder recibir los rayos del sol.

El pasado fin de semana fue un poco especial para mí, porque estuve tocando con mi banda de toda la vida, los Happy Losers. El viernes lo hice en Madrid y el sábado en Castellón, en una sala preciosa, Because, en la que, si los carteles decían la verdad, estará tocando mañana un querido lector de esta newsletter, que no es otro es mi admirado Pancho Varona.
El caso es que, entre conversación y conversación, en esos días me embarqué en un nuevo proyecto musical que me hace mucha ilusión. El próximo 24 de abril, en el Wild Thing madrileño (Calle Martin Machio, esquina con Padre Claret) haré (¿me harán?) una especie de entrevista/concierto. Apadrinado por Balas Perdidas (una newsletter para gourmets del rock and roll más que recomendable), la idea es tener una charla con Pablo Carrero (escritor, reputado periodista musical y amigo) hablando sobre diez de mis discos favoritos y por el camino hacer un breve concierto acústico con canciones de Lukah Boo y Happy Losers.
Más allá del vértigo que da enfrentarse a algo así, he tenido que ponerme a pensar sobre qué diez discos favoritos hablar y eso, para mí, es más complicado que recitar la tabla periódica o examinarme de termodinámica estadística. Al final he elegido los diez primeros que me han venido a la cabeza (es lo que hay que hacer en estos casos) y, de repente, me he acordado de un grupo sueco del que prácticamente me había olvidado. Uno, no muy conocido, que me pegó muy fuerte a mediados de los años noventa.
Esta canción en concreto no pude dejar de escucharla durante muchos años y hoy sigue estando entre mis favoritas. Espero que os guste.
Popsicle - “Not forever”.
¡Hasta la semana que viene!

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